sábado, 26 de febrero de 2011

Lero Lero


El monstruo es peligroso, se alimenta del odio, de la ira, de la rabia que encuentra a su alrededor.
Va creciendo despacio, sin hacer ruido. Se esconde en lo más profundo de tu alma y no se deja detectar, salvo por esos pequeños saltos que a veces da tu corazón, por esos breves pinchazos en el estómago cuando algo te incomoda.
El monstruo es sanguinario, ataca sin mirar a donde ni porqué y siempre hiere donde más duele. Después se vuelve a ocultar y deja pequeños retazos de ira, salpicados aquí y allá, en simples conversaciones, en inocentes observaciones.
Creció en tu interior durante años, y al principio lo alimentaste y lo mimaste, pensando que lo necesitabas para sobrevivir en el infierno. Tu error fue pensar que se podía vivir en el infierno. Sólo los monstruos viven en el infierno.
El monstruo no es invencible, pero es tan poderoso que vencerlo requiere de toda la fortaleza interior de que dispongas.
El monstruo fue derrotado hace años, después de una dura y larga batalla. A punto estuvo de ganar varias veces, de hundirte definitivamente en la locura de la que no se torna. Y entonces un ángel te ayudó, un indefenso ángel que necesitaba de tu alma entera, sin manchas de ira ni maldad. La batalla fue tan sangrienta que a cada golpe que le dabas al monstruo, tú lo recibías doblado. Pero ganaste.
Ganaste y lo encerraste en una urna de cristal, en el rincón más oscuro e impenetrable de tu ser, donde no le pudiera volver a hacer daño a nadie, donde no pudiera volver a manchar tu alma, donde no pudiera hacer daño a tu ángel. Y creíste que aquella batalla era la última de la guerra, y te dejaste volar.
Pero tu ángel un día de diciembre se fue, te dejó sus alas y voló a donde no hay maldad. Y te dejó sola con el monstruo.
La ira, el odio, el rencor, atraviesan el cristal y lo debilitan.
Tú no te das cuenta, crees que lo tienes controlado, que ya no volverá, que es pasado. Pero poco a poco empieza a arañar la superficie y a alimentarse.
Primero es un latido fuera de lugar, después un pinchacito son importancia. Más tarde descubres una pequeña grieta en tu urna por la que surgen comentarios hirientes, maliciosos. Y te sorprendes a ti misma siendo débil y egoísta.
Y ya es tarde.
Sabes que se romperá la urna y que el monstruo volverá a salir, pero no puedes reaccionar. Ya no te quedan fuerzas, las has agotado todas en tus anteriores batallas. Cuanto más ancha es la grieta, más odio la atraviesa.
Pides ayuda, y nadie te entiende. No existen los monstruos…
Hasta que un día, un fatídico día, basta un pequeño golpecito para que se rompa la urna en mil pedazos y el monstruo salga más fuerte y encolerizado que nunca. Después de años agazapado, tiene sed, y hambre, y arrasa con todo lo que encuentra a su alrededor.
Y tú ya no tienes fuerzas para luchar contra él. Además, tanto da, sólo los monstruos viven en el infierno.

Autor Anonimo. 

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